Con treinta y cuatro años, Demetrio Chávez Peñaherrera retornaba a sus raíces, allá en el valle del Huallaga, para recoger su primer gran cargamento de droga.
¿Era posible que una sola experiencia psicodélica -algo que no era más que la ingestión de una píldora o de un cuadrado de papel secante- pudiera causar un impacto tan grande en semejante visión del mundo?