El colombiano Julián Quintero fundó Échele Cabeza en 2010, una organización dedicada a educar a las personas que consumen drogas para que aprendan a cuidar su salud sin sacrificar el placer y cuidar su placer sin sacrificar su salud. Hoy, son un referencia regional y mundial.
Por Raúl Lescano Méndez
Fotografías de Fran Brivio
Un contenido posible gracias a Talking Drugs
Por su trabajo como fundador y director de Échele Cabeza, a Julián Quintero (Caldas, 1978) lo han llegado a presentar en la televisión pública de su país como “la persona que más ha educado a los colombianos sobre las drogas”. Esa descripción es radical en uno de los países latinoamericanos más marcados por la violencia del narcotráfico en su historia reciente. Porque, contrario a lo escuchado durante 60 años en la región (“dile no a la drogas” y todas sus variantes), Quintero dice —cuando llega su turno en la Comisión de Estupefacientes de la ONU y está frente a representantes de los países más prohibicionistas del mundo— “las nuevas generaciones de ciudadanos, los más jóvenes y los mayores también, no vamos a dejar de consumir drogas como parte de nuestra experiencia vital de vivir la vida”, y que no entender esa realidad es “ir en contra de la evolución como civilización”. Entrevista tras entrevista, repite: «es hora de aprender a convivir en paz con las drogas».
Quintero, de la mano de Vanessa Morris y un equipo de voluntarios constantemente en crecimiento, ha hecho que en doce años Échele Cabeza sea el proyecto de reducción de riesgos y daños de drogas más avanzado de Latinoamérica. El único con una legalidad plena para analizar drogas en fiestas y que es capaz, por ejemplo, de tener, en una sola noche, equipos trabajando en simultáneo en las ciudades de Bogotá, Cali y Medellín para evitar que las personas pongan en riesgo su salud o su vida por consumir sustancias adulteradas.
Échele Cabeza es parte de la corporación Acción Técnica Social, y como representante de ambas, a Quintero le resulta muy difícil elegir los momentos más significativos en estos años. Lo primero que se le viene a la mente es cuando empezaron a analizar drogas en grandes festivales. Pero no, se corrige. Podría ser la primera marcha por la marihuana en la que convocaron más de 10 mil personas. Aunque, aclara, sin duda entraría al ranking el reciente evento Cannabis al Parque porque ha sido el primer evento sobre marihuana financiado por el Estado colombiano. Incluiría también los cuatro proyectos de ley en los que ha participado y que se encuentran actualmente en el Congreso. Pero también ha sido un hito haber inaugurado hace unas semanas el servicio de descanso, atención y recuperación para personas malviajadas en Estéreo Picnic, el primer gran festival postpandemia. “Hay de todito, ¿no?”, sonríe. Y hay más. Días antes de esta entrevista, Échele Cabeza marcó un récord en su historia: analizaron más de mil sustancias -entre éxtasis, MDMA, LSD, cocaína, tussi, 2cb, ketamina, entre otras- en los dos días del festival de música electrónica Baum.
El crecimiento de Échele Cabeza es palpable. Su local, en actual remodelación para pasar de atender dos días a cuatro, es la antesala de un futuro que Quintero ve inminente: la evolución de la organización a una empresa de logística de reducción de daños para poder atender la demanda de cuidados que brindan cada vez más las fiestas. Esta evolución parece aún más cercana después de la reciente victoria de Gustavo Petro, el próximo presidente de Colombia, un aliado de las reformas de las políticas de drogas.
Así las cosas, calcula Quintero, Échele Cabeza quizá deje atrás el trabajo más comunitario. Pero eso, por ahora, parece difícil. Quintero se ha pinchado accidentalmente agujas usadas por abrazar a los usuarios de heroína y este último fin de semana en el festival Baum, cuando anunciaron que finalmente abrirían las puertas a las más de 18 mil personas después de 7 horas de colas por problemas logísticos, no le bastó con tener dos puntos para que las personas pueda analizar sus drogas, ni tener un área donde las personas puedan descansar si enfrentan una crisis psicoactiva, ni haber logrado sumar a ello un nuevo stand para que las personas se sirvan agua gratuitamente. Quintero —gorrita urbana, polera y pantalón negros combinados con unas Puma de colores chillones— colocó una mesa, la cubrió de vasos, cargó un bidón de agua con las dos manos y comenzó a llenarlos todos a tope. “Tenga, hidrátese”. Empezó a repartir.
Quintero no solo “educa” a los colombianos sobre las drogas, también —y quizá, sobre todo— los cuida: un ejemplo que ha marcado a las posteriores organizaciones de reducción de daños de Latinoamérica.
Cuando dejaste el periodismo lo hiciste porque te diste cuenta que no había espacio para los sentimientos a la hora de cubrir, por ejemplo, una muerte como la de Jaime Garzón [periodista colombiano]. Este fin de semana falleció también una chica en el festival. ¿Cuáles son los sentimientos que te permites al trabajar enfocado en las drogas?
Hay uno que me abrumó este fin de semana y fue la gratitud de la gente. Es como que ¡hijoputa! ayer y anteayer en casa, en resaca, solo leyendo mensajes de la gente que decía gracias, gracias, pasé por la zona de recuperación, muchas gracias, gracias por lo que hacen, gracias, gracias, gracias. Creo que ese es el más importante y es lo que le hace a uno estar fuerte frente a los sentimientos de frustración cuando sucede algo así. O a los de indignación, cuando el sistema no se mueve; o al de odio, cuando la gente lo pone a uno como cómplice, cuando cree que nosotros por ser usuarios somos cómplices del narco estado. Pero principalmente se trata de no perder de vista que, en últimas, nosotros somos un proyecto venido desde los pares, desde los iguales, y son nuestros iguales lo más satisfechos siempre con lo que hacemos. Creo que también está el sentimiento de ya ver resultados, de sentir que sí hay un efecto en el mediano y largo plazo. Es como tranquilidad, como que sí sucede. Por ejemplo, la manera como los medios de comunicación manejaron la muerte de esta chica fue una cosa que, dentro de todo, fue muy limpia. Y eso es producto de todos estos años de trabajo. También está el tema del mínimo vital de agua que hace que los empresarios tomen la opción de perder plata por dar agua gratis. O el hecho de que a la política pública no le de pánico de hablar de reducción de riesgos y daños hoy en día. Todo eso contrapone los sentimientos naturales. Y es que nosotros no estamos vendiendo agua. Nosotros no estamos vendiendo arroz. Estamos vendiendo una política, una idea. Y hay un montón de hechos contradictorios y conflictivos que surgen de la ruptura del paradigma, de la transición. Es necesario entender que todo esto es normal porque hay una transición del modelo. Uno no se puede estar frustrando porque lo sacan de una reunión o porque lo señalan de promover el consumo o porque le quieren abrir un proceso cuando viene de las personas que no quieren soltar el status quo. Me parece que es normal. Nuestra labor, de alguna manera, es andar peleando. Esa es la razón de ser y el devenir.
Varias veces te has referido al equipo de Échele Cabeza y a todos los voluntarios como tus hijos. Si el equipo son tus hijos, ¿qué vendrían a ser toda esa gente que llega a una fiesta y a la que, antes de entrar, te pones a servirles vasos de agua para que puedan hidratarse apenas entren?
Creo que vienen siendo la razón de ser de la acción política. Me gusta también porque vienen siendo el anónimo que uno simplemente quiere ayudar pero que tampoco le interesa ver mucho quién es. Me gusta mucho porque aunque se acercan ahí y están en una conversación rápida y tal, pues, al final, no sabe uno quiénes son. Son anónimos. Son literalmente anónimos, porque cuando te van a dar el nombre les dices no me des el nombre, no me interesa, ni el tuyo, ni el de tu dealer. Me parece que es eso, la persona anónima que debe ser beneficiaria de la política pública o de un principio que debemos tener los seres humanos para vivir en comunidad. Se supone que es como esos principios de la ética: tienes que hacer el bien para que los otros estén bien y hacer el bien sin mirar a quién. Ni tampoco esperar la recompensa. Es como ese otro ser humano que, por lo que yo hago, va a mejorar su bienestar y va estar más feliz en la vida. Ellos son ellos. El pueblo. La gente.
¿Y qué hacen ellos? En tu libro Échele Cabeza (Ariel, 2020), en el prólogo, te describen como quien entiende en primera persona las motivaciones de quienes buscan placer por medio de sustancias. ¿Cuáles son esas motivaciones que tu ves cuando ves a la gente llegar y analizar sus sustancias para drogarse?
Desde hace muchos años pusimos el tema de la satisfacción, el placer y la interacción social en el centro del consumo de drogas y el objetivo de drogarse. Al principio, la primera vez que analizamos, en el 2013, analizamos 13 drogas. Y fue un proceso muy lento porque el análisis fue simplemente un pretexto para que alguien se acercara a escuchar un discurso diferente de cómo enfrentarse a las drogas. Entonces toda la gente que llega ahora ahí yo creo que ya ha procesado durante todos estos años de mensajes, de prensa y tal, que las sustancias pueden ayudar a tener una experiencia placentera en conexión con el entorno, pero que esa experiencia, si no se sabe gestionar, puede ser peligrosa. Todos los que llegan ahí a pedir una recomendación, a hablar abiertamente de las drogas, lo que creo es que están buscando un nivel de confianza y seguridad para tener una experiencia más placentera con las drogas. En últimas, esa experiencia placentera termina transformándose en un momento histórico que pocos van a olvidar y que viven pocas veces en la vida y lo que va a hacer es afianzar lazos con sus amigos, con sus parejas y con ellos mismos. Esta fiesta de este fin de semana entra al ranking de las inolvidables. Para más de la mitad de los muchachitos que entraron y tenían entre 18 y 25 años es la primera o segunda fiesta que ven de este estilo y nunca se les va a olvidar. Y van recordar que ese día estaba con 4 o 5 amigos, con su pareja, con sus hermanos, y estuvieron plenamente felices por la música, por las drogas, pero también porque hubo alguien que les dijo cómo podían hacer ese momento pleno. Y eso es político, putamente político.
En tu libro cuentas cómo tus amigos de Pereira fueron encontrando trabajo en el narco que iba surgiendo en los alrededores de todos ustedes. Algunos empezaron a cuidar caballos, otros a cuidar fincas, conseguir chicas, lavar carros. Tu viniste a estudiar a Bogotá. Considerando que tú naces en 1978, en medio de la vorágine del narco en Colombia y que cuando tienes 15 años matan a Escobar, ¿de qué manera todo ello, esa infancia, esos amigos, ese contexto tan duro, tan conocido en Latinoamérica, marcó el trabajo que haces ahora?
Creo que yo soy una generación bisagra, en la mitasita, que somos muy poquitos a quienes directamente no nos afectó el narco en su guerra, porque éramos muy pequeños y todavía no había una comprensión tan fuerte de la situación. A mí me hicieron ver noticias desde los seis años y leer libros desde los siete u ocho. Yo tenía esa fortuna de ver eso, pero a mí no me traumatizó ni afectó directamente Pablo Escobar. Pues sí, uno sí sabía del bombazo y tal y escuchaba, pero yo vivía en provincia, en Pereira, a diferencia de la gente que vivía en Medellín, que es una ciudad super traumatizada con el narco, donde hoy tumban los edificios donde vivió Escobar creyendo que así va a acabar con el trauma. Yo creo que estoy en ese pedacito. Me sirvió mucho para tener esa consciencia de qué fue lo que pasó, pero también para decir, bueno, esto ya pasó, esto ya es otra cosa. Yo he sido un defensor a ultranza de Pablo Escobar, de lo que hizo. No desde su maldad perversa, violadora, asesina, sino de su capacidad de poner en reto al Estado. Me encantó, huevón. Me encanta la historia del man porque todos le dijeron que se iba a volver más hasta que se volvió político. Los políticos son más hijos de puta que Pablo Escobar. Pablo Escobar perdió su imperio cuando quiso ser político. A mí siempre me ha gustado mucho su historia y yo lo defiendo mucho, pero lo defiendo mucho dentro del cinismo de defenderlo. La gente se indigna y tal. Llega uno a ser cínico y también muy respetuoso, pero es por eso que Pablo Escobar hizo y cómo puso a bailar esto y cómo fue tan visionario y cómo perdió todo al juntarse con los políticos. Y me sirvió mucho comprender a mis amigos, ser bisagra, tener una lectura crítica de lo que estaba pasando, ser muy juiciosito para estudiar desde chiquito. Pero también gran parte del éxito, el reconocimiento y el lugar que uno se ha ganado es porque fuimos los primeros en hablar de drogas, que nos drogabamos. Eso ha marcado. Al principio nos preguntaban. ¿Ustedes consumen? ¿Y tú qué crees? Porque se hablaba con mucha propiedad. Después de un tiempo ya no volvieron a preguntar, ya estaba dado. Y eso creo que nos hizo ganar mucha legitimidad con gente sensata, con los técnicos, y una que otra con los políticos, pero sobre todo con los chinos [los jóvenes]. Y yo lo que digo es: esos chinos que fueron a ese evento el otro día, pues por ahí por el frente, usted sin enterarse, vio pasar al hijo del ministro, el hijo del industrial, el hijo de la empleada doméstica, el hijo del campesino, el hijo del paramilitar, el hijo del guerrillero. Y todos pasan por ahí, y toda esa gente se está levantando el domingo con un guayabo de pepas hijoeputa y el papá le va a decir, vea, se murió una niña, y él le podrá decir, yo sí fui a analizar, y a mí me analizaron lo mío y aquí estoy en la casa. Y eso mueve las bases de la sociedad. Eso es lo que más me emociona, cuando los chinos echan cuento de cómo se les pararon a los papás y le hicieron cambiar. O cuando llegan muchachos con sus papás allá con el papá diciendo, yo quería conocer esto. Eso es brutal.
Promueves las reformas de las políticas de drogas, apuestas por la regulación de las sustancias para crear un mercado formal, analizas drogas para saber si están adulteradas desde el mercado informal. ¿Con qué ojos crees que te ve el narco?
Hasta ahora no me han declarado una amenaza. Hasta el sol de hoy no me han dicho que lo deje de hacer. Obviamente va a llegar ese día y cada vez que puedo, en alguna entrevista, yo digo, por favor, avísenme antes que yo por esto no me voy a hacer matar y yo me largo de este país. Yo mártir no voy a ser. Por favor, no me hagan mártir. Yo me largo. Una vez sí en Pereira me iban a llevar unos que hacían fiestas. Cuando dijeron viene Échele Cabeza, una banda de narcotraficantes dijo que no trajeran a esos hijos de puta por acá, porque durante el año anterior toda la gente había venido de Pereira con drogas de ellos y aquí les habíamos dicho que esa droga era una mierda. Entonces se devolvían allá a decir no pues, eso es una mierda, y entonces les dañamos un montón de cosas. Pero no, hasta el momento, no. Y yo creo que, en el fondo, los sensatos nos ven como un regulador del mercado porque la calidad del mercado repercute en un buen negocio para ellos. Cuando nosotros entramos a analizar drogas la proporción era como 70/30: 70% negativo, 30% positivo. Y hoy estamos en 15/85, 15% negativos, 85% positivos. Muchos dealers vienen y piden que les abramos solo a ellos. A veces nos da miedo porque además abres esa puerta y entran tres y uno está acá armado, uno tiene una bolsa con veinte muestras y el otro tiene una bolsa llena de dinero y dicen, pues, amiguito, esto es lo que voy a empezar a mover y yo sí necesito saber qué le voy a vender a la gente. Y me parece que ese dealer es muy responsable también.
Hay todo un discurso y una teoría al respecto de las posibilidades y beneficios que traería la regulación formal de las drogas. Pero ¿qué tan real es pensar en eso cuando ves estas dinámicas, la cantidad de gente que hay detrás? El otro día comentabas cómo toda la frontera está tomada por el tráfico de cocaína. ¿En qué lugar entra la regulación entre todos estos poderes e intereses?
Yo veo la regulación como al Estado entrando a competir en un mercado. Y el Estado va a generar unas condiciones para competir. Puede ser el Estado o alguien con licencias. Y ellos van a empezar a competir en un mercado que es ilegal. Y van a dar unos valores agregados nuevos. Y es: vamos a vender el gramo de cocaína al mismo precio que está en la calle. Pero yo le voy a dar usted calidad, seguridad, tranquilidad moral, acompañamiento en salud. Eso es lo que voy a hacer como Estado. Le voy a dar la posibilidad de que sus impuestos ayuden a este país. La gente va a poder decidir si ir a la droguería o a la esquina. Y va a ser un proceso de 20, 30, 40 años, cuando inicie. Como en todos los negocios, habrá un rango de ilegalidad, pero yo aspiro a que en 20, 30 años, el escenario de la ilegalidad de la cocaína sea entre el 15% y 20%, no como hoy, que es del 100%. ¿Y dónde van a estar ellos? Pues Petro lo ha dicho y ha sido muy claro, y es que hay que negociar con los dueños de la violencia relacionada con el mercado, y negociar también desde la perspectiva de la humanidad. Algo que descubrí investigando a narcos era que ¡marica, no llegan a los 50 años! Los pocos que pasan de los 60 o estuvieron en la cárcel o están escondidos o han visto morir a todos. De 100 que arrancan a los 16, 17 años, pues llegan 10 a los 50 y llegan 2 a los 60. Y de ahí no pasan. Entonces, también hay que ver cómo contarles esa historia. Marica, democraticemos el negocio, no les va a tocar tanto, pero van a vivir un poco más, van a estar un poco más tranquilos porque para todos hay. Y esa creo que es la tarea ahorita en el campo y con la gente: empezar a hablar de eso. Tiene que ser un negocio para todos. Hay que llamar a los dueños de la violencia y hay que pedirles a ellos que corten sus lazos con la corrupción y con los políticos y con las mafias de corbata y con los que lavan dinero. Eso a cambio de libertad, de tranquilidad, de indulto. Creo que ese es el camino.

Tu conociste la reducción de daños leyendo un artículo de Nuria Calzada, de la organización Energy Control. ¿Qué recuerdas de ese momento en que descubres que existe esto y cuánto ha evolucionado la reducción de riesgos desde ese momento?
Yo realmente empecé a drogarme muy tarde, como a los 26, 27, 28 años. Inmediatamente que conocí las sustancias me di cuenta que no eran el diablo, que no iba a dejar de trabajar, ni iba a dejar de estudiar, ni me iba a volver delincuente, ni tal, pero no encontraba una opción. Cuando veo el artículo y veo que se llama consumo responsable, reducción de daños y funciona y es una política, fue como wow. ¿En qué ha cambiado? En que empezó siendo una estrategia en salud y hoy en día es una acción de movilización social y activismo. Todo era muy salubrista, todo era muy la jeringa, el análisis, todo era comida, calidad, cantidad, compañía, conflicto, consumo responsable y, de pronto, eso se empezó a volver derechos, dignidad, participación, movilización, exigencia, demanda, crítica, política. Hoy en día, cuando preguntan sobre si la guerra contra las drogas fracasó, yo ya ese debate no me lo estoy dando. Eso ya está claro. Nosotros aquí estamos hablando de cómo vamos a cambiar esto y para dónde es que va. Un día por la mañana el periodista de las siete de la mañana, el señor más respetado de Colombia, borracho, misógino, corrupto, político y todo, me llamó una vez más de esas y decía sí que la reducción de riesgos y daños y el consumo responsable… Ese día yo me senté y dije: ya, si este hijoputa habla de reducción de daños, ya estamos ganados en este país.
¿Cuán difícil ha sido cambiar conceptos, cambiar significados? Hoy en día muchas de estas cosas suenan muy evidentes, muy lógicas, muy de sentido común. Sin embargo, por mucho tiempo, el sentido común ha sido exactamente lo contrario. ¿Cuánto trabajo hay detrás para permitirse ver algo distinto de lo que siempre nos han dicho? ¿Así de lógico, evidente y claro ha sido siempre para ti?
Para mí, sí. Para el que escucha, no. Yo creo que desde muy chiquitico ya tenía los pilares claros de que yo iba para la regulación de la cocaína, que es el problema de este país. Yo voy el perico [la cocaína] y eso lo saben todos. ¿Cómo ha sido la transición? La naturaleza normal de la tensión que genera el cambio de la mentalidad de algo. Al principio peleaba mucho para que quienes se oponían cambiaran de parecer y, un día, con mucho respeto, me tocó empezar a verlos como víctimas, las víctimas no reconocidas de la guerra contra las drogas: el maestro, el padre, el docente y la policía. Pues, marica, tú eres víctima, yo no voy a pelear contigo, no te preocupes. Todo bien. Además estás que te pensionas, tranquilo, tú ya vas a terminar, allá vienen los otros y yo estoy trabajando con los otros. Y eso les duele mucho porque dicen no, puta, se van a tirar mi legado. ¿Y cuál es tu legado? ¿Haber jodido toda la vida? ¿No haber hecho nada para cambiar? Yo creo que es eso, ese cambio normal, la vuelta. Se trata de repetir ideas con juicio, entender las peleas que uno no se tiene que dar, agradecer y reconocer cuando se recoge lo que uno ha dicho, aprender también de mucha gente que está diciendo cosas y que mejoran lo que uno dice. También putear al que hay que putear duro, hijoputa. Y ganarse enemigos duros y saber que si determinada persona está de acuerdo conmigo yo estoy mal porque yo nunca quiero estar de acuerdo contigo. Entender que uno no tiene que ser polite siempre y que si hay que polarizarse hay que polarizarse y putearse.
¿Nunca te comiste nada del cuento del prohibicionismo? ¿Ni un detalle? ¿Ni un dato?
No, marica, no. Por ningún lado. Tampoco puedo ser tan categórico. Seguro que por ahí tengo un rasgo medio fascistoide, seguro que lo tengo. Marica, a mí me echaron de la casa por estar andando con la gente que no era y estar diciendo lo que no era. Y más que el prohibicionismo, es la autoridad del autoritarismo. Una amiga llega un día y me dice, es que Julian, a ti no te llaman del Ministerio de Salud porque tú tienes un problema con la autoridad. Y yo, ah qué bien, ah qué bueno. Si no hubiese sido por eso no estaría donde estoy. Entonces, más que el prohibicionismo de ahora, es un anarquismo orgánico que tengo desde que tengo uso de razón, que está ahí.
Existe este discurso de la responsabilidad de los consumidores en la dinámica del narco y de la violencia alrededor de las drogas. Tu has dicho que te parece algo irresponsable y mediocre decir esto. Pero en todo caso ¿cuál es el papel que cumplen los usuarios de drogas en toda esta dinámica y qué papel podrían cumplir para la reforma?
Yo siempre les voy a decir no. El narco es al que le toca pagarle porque es el puto político que crea el prohibicionismo y no permite que le compre a una persona legal. Yo creo que con los muchachos está creciendo la tercera generación de activismo. Hubo una generación muy beligerante, muy de confrontación, muy de visibilización. Y lo de ellos era: aquí estoy y voy al Congreso y fumo en el Congreso y soy el que más fumo y tal. Y ahora salió esta tercera generación, que son chinos de 25, 30, más chiquitos, que nacieron cuando ya el cannabis estaba empezando a ser regulado, cuando ya estaba más formalizado. Creo que tienen una responsabilidad muy bacán. Hoy una minita me decía, gracias por cambiarle la cara a los marihuaneros y, pues, nada, todo bien. Y es que lo están haciendo muy bien, y se están portando muy bien, y hay una razón, y es que yo sí creo que están transitando, empezando a estar en el escenario de la ciudadanía, y yo creo que eso es bonito ahorita. Primero, es que ellos están empezando a dejar de autoexcluirse, autocriminalizarse y victimizarse. Ya han dejado tanta lora de que no me abren el espacio, que me persiguen, que me pegan. No solo han dejado eso, ahora son un montón de ciudadanos con unas proyecciones y unas expectativas frente al cannabis y desde esa perspectiva se paran a la institucionalidad. Lo que está pasando ahorita va a ser las bases de las condiciones del mercado del cannabis recreativo en cinco años. Porque el cannabis recreativo en cinco años va a depender de la experiencia del usuario, y esa experiencia va a ser el placer. No es como ahorita que el cannabis medicinal depende del médico que te la formula y de la farmacia que te hace la fórmula magistral, o te vende tal cosa y ya. Cuando llegue el cannabis recreativo, vendrá con valor agregado, con justicia social. No es solamente THC. Eso viene sin marca de carbono, cultivado por las señoras víctimas de la guerra contra las drogas, de la montaña tal, los dineros van para tal lado. Esto va a ser la asociación colombiana de consumidores de marihuana y ellos van a ser determinantes en las políticas de marihuana, en los productos del mercado. Hoy, en la reunión por la mañana, ¡puf! ¡una chimba de reunión! Yo les dije: ¡oigan, pónganse felices, burócratas! Estaba la secretaría de desarrollo económico, la secretaría de educación, la de salud, la de seguridad. 14 personas en una mesa y la reunión era cómo vamos a impulsar la industria de cannabis en Bogotá. Y la de desarrollo económico decía: nosotros vamos a tirar 55 cupos de 12 mil dólares para cada uno como auxilio a empresas que están emergiendo. Y yo ¡¿qué?! A mí me dan dos mil dólares para una maricada. El otro de seguridad: yo tengo que hacer una sensibilización a los 16 mil policías de Bogotá. Y todos felices porque todos tenían que hacer algo. ¿Momentos emblemáticos? El de esta mañana. El Estado organizándose para ver cómo apoyar la marihuana con plata. Esa es la responsabilidad que tienen ahora estos marihuaneros y ojalá que aprendan a subir y bajar porque esa es otra cosa que pasa. Uno se da cuenta con los años que todos los procesos suben y bajan, caen.

¿Cómo se reconoce el efecto de una política pública? Se suele decir que Colombia es uno de los más innovadores y progresistas a nivel de políticas públicas sobre drogas y, sin embargo, en la práctica sigue siendo un país en el que se acecha a los usuarios, donde el narcotráfico está por todos lados, tiene un poder increíble.
Hay una frase que yo tengo y me ha funcionado y es: tú te das cuenta que avanzas en términos de políticas públicas de drogas cuando llega la derecha y barre para atrás y lo que queda de pie es lo que tú avanzaste. Cuando la izquierda avanza, eso no es avanzar. Eso es progresismo o liberalismo. En Colombia, entre el 2010 y 2018, llegó la reducción del daño, llegó el cannabis medicinal a campo, los CAMAD (Centros de Atención Médica a Drogadictos) que se hicieron acá en Bogotá, llegó la dosis de aprovisionamiento, llegó un tema de tratamiento penal diferenciado, y llegó este hijoputa y tiró todo para atrás. Y barrieron. ¿Qué quedó de pie? En Colombia hay dosis de aprovisionamiento, se puede fumar en los parques, se puede portar, quedaron los lineamientos del gobierno nacional para repartir jeringas. En Colombia hay 8 ciudades donde se reparten jeringas. Mal repartidas, pero se reparten. Cuando nosotros empezamos a repartir nos iban a meter a la cárcel porque decían que era promoción del consumo y ahora el Estado lo paga con su plata. Eso yo diría que es avance en términos de política. Pero, claro, en este momento en el que estamos, parce, nosotros no estamos para un cambio moderado. Ya un cambio moderado es lo mismo. ¡No!, ¡que se pare Petro y diga que se levantan todas las barreras para acceder a psilocibina y psicodélicos para hacer investigación en este país! Yo ya estoy mamado del cambio moderado. Eso fue [Juan Manuel] Santos, el cambio moderado. Lo más revolucionario que hizo fue pararse allá y decir: hay que cambiar de estrategia, hay que hacer reducción de daños. ¡Ohhh, primer presidente que dice en la Naciones Unidas reducción de daños! ¡Ohhh! No, marica. ¡Necesitamos legalizar el pericooo! Eso es lo que hay que decir. En una. ¿Con quién vamos a hablar? ¿Canadá, Suiza? ¿La vamos a hacer o no? Estados Unidos que coma mierda. Vamos a hacer negocios con ustedes, nos forramos en plata los tres. Eso era lo que tenía que decir.
¿Si tuvieras a los presidentes latinoamericanos aquí, frente a ti, qué les dirías?
En serio, en serio, les diría: miren, si ustedes me ayudan a mí a resolver este problema que tengo de pobreza y de violencia en mi país apoyándome en la regulación, nos va a ir bien a todo el barrio. Y no les voy a decir que se metan de cabeza, pero si nos ayudan a resolver esto, seguro que hay un nivel de pacificación muy hijoputa en nuestro continente y sobre todo de pacificación no solo en la violencia rural o la violencia urbana derivada de la guerra, si no de los niveles de corrupción de los Estados asociados al narcotráfico. Eso les diría: ayúdenme, hagámoslo entre todos. Van a soltar los perros de arriba y cuando vengan nos toca aquí a atender al perro, porque el perro quiere hacer negocio para él. Eso les diría. Creo que puede funcionar. Democraticemos esta vaina.
Tú has hablado y participado en los encuentros internacionales de políticas de drogas, en la ONU y todo eso ¿Cuál has visto que es el papel de Latinoamérica en esos debates? ¿Qué se conversa ahí en los curules, en los bares?
Yo estuve un día que me encantó. Fue de las últimas que hubo presenciales antes de la epidemia. China, Estados Unidos, los musulmanes, Rusia estaban con que las drogas son lo peor y tal. Y de pronto Uruguay: buenas, yo voy a legalizar ¡y qué! ¡Así, marica! ¿Y usted quién es? Voy a legalizar ¡y qué! ¿Algún problema? China, Estados Unidos, gritaron ¡vamos a cerrar las fronteras! Fue monumental ver ese tipo de cosas. Y al año que siguió, pues todos ellos estaban callados o decían no, que estaban revisando, mirando el impacto. Latinoamérica depende mucho del momento político, pero yo creo que sí nos ven como el continente más innovador, desde arriba hasta abajo. Sí nos ven como el que más está jalando las reformas en el mundo. Miran con mucha curiosidad a la sociedad civil latinoamericana. Nos respetan mucho. Somos de las más poderosas. Por algo las ONG’s grandes de Europa trabajan acá. Es que acá es donde está el tema. Y una cosa que aprendí buenísima en Viena y en Nueva York es que en los pasillos todos están de acuerdo con legalizar. Todo el mundo dice que esto no funciona. Claro, cuando suben allá dicen no, es que el de arriba, y el de arriba son los gringos o los chinos, o los musulmanes, o los rusos. Pero en los pasillos todos están de acuerdo con legalizar. Por eso algunas de nuestras frases eran: ‘hola, cómo están, es que estaba hablando allá en el pasillo que’…’traigo la conversación del pasillo con los países’… y es que todos ustedes saben que hay que regular…, por qué tanta maricada… tanta demora. Eso aprendí allá, todos quieren legalizar, la tienen clara. ¡Pero el sistema, huevón! Obviamente también aprendí que lo más lento y paquidérmico, demorado, anticuado, tradicional, burócrata, ladrón, es Naciones Unidas: lo peor que puede haber en el sistema de drogas en el mundo. Es el que más estorba, el que más jode, el que más gasta, es la rémora, huevón. Les financiamos toda su puta burocracia y solo quieren mantener su mierda diplomática.
¿Qué crees que tiene Latinoamérica para enseñarle a las políticas de drogas del mundo?
La dignidad. La primera mano. El pragmatismo. No sé si esto sea bueno o malo, pero a nosotros nos ha tocado sufrir mucho como continente. Pobreza, corrupción, golpes de estado, drogas, narcos y así y todo somos felices. La resiliencia es que le llaman ¿no? La capacidad de reponerse, de pararse, de innovar, de tener ganas. En parte también ganas de ser medio arribistas y creernos del primer mundo y darnos unos debates de primer mundo y proponer cosas al primer mundo hasta que el primer mundo dice, hey, cálmate ya, ya, tú no eres ni el 2% de la economía de este mundo. ¡Shhh! Yo creo que eso, la beligerancia. Marica, a mí me encanta que existan guerrillas en este continente, parece que eso es una demostración todavía de esos sentimientos primarios, que no han sido domesticados por el polite internacional de la diplomacia, eso de guardar silencio y decir que algún día todo va a ser mejor. No, marica.
Y al revés, ¿qué crees que no ha entendido Latinoamérica de las políticas de drogas de otros lados?
La luca, el dinero. Nosotros no hemos entendido que esto es un bussiness. Acá seguimos pensando en Pablo Escobar y que puso bombas y, ay, Dios mío. No hemos entendido que es EL negocio. Tenemos todo el derecho a tener un trauma por el narcotráfico, pero esa tara y trauma no nos ha permitido ver las oportunidades del negocio.
En el artículo De prohibir a regular las drogas, decías que la regulación iba a tener que enfrentar todo este discurso aceitado por 60 años de Estados Unidos sobre la prohibición, pero que el trabajo de los barrios, de la academia, de la sociedad civil, ya había impulsado una fase de cambio inevitable. ¿Puede realmente el trabajo de la sociedad civil latinoamericana hacerle frente a las políticas norteamericanas?
No quiero pensar si puede o no. Yo creo que es como intentémoslo, hagámosle. Y ya el resultado se verá en unos años. En esto voy a hacer muy poco humilde, pero a los gringos les va a doler mucho, como a los ingleses les dolió que nosotros hayamos empezado a hacer análisis de drogas de manera legal antes que ellos. Y eso no lo van a decir porque es Colombia, es el tercer mundo, horrible, cómo se te ocurre. Los ingleses empezaron hace 5 años y tienen mil veces más dinero que nosotros y no hay el reconocimiento y el impacto… Alguien me preguntaba el otro día por las redes sociales. ¿Y cuántos bots tienen? ¿Cuánto pagan de publicidad para el engagement? ¿Pagar? ¿En qué planeta vive? Esto ha sido uno a uno. Y eso ellos no lo van a reconocer. Nosotros vamos a dar la línea, hermano. Y en este gobierno de Petro que viene, si lo logramos… Y ahí sí me da miedo de acá a 4 años tener un proyecto de ley firmado de regulación de cocaína. ¿Qué hijodeputa vamos a hacer? Qué miedo. Pero hay que hacerlo. Y lo vamos a hacer.
Se estima que en los primeros 15 años del siglo, Colombia, con financiación de Estados Unidos, había invertido cerca de 1200 millones de dólares por año para combatir la producción y el tráfico de drogas. ¿Qué hubieses hecho tú con 1200 millones de dólares al año en Échele Cabeza?
No, marica. Lo que tengo que hacer lo hubiera hecho con 10. Con el resto me compro dos yates. No, yo sí creo que hay que meterle mucha plata a la transición de la prohibición a la regulación. Pero sobre todo mucha plata en bienestar para la seguridad. Nos va a tocar sobre todo tragarnos muchos sapos, como decimos acá, es decir, agachar mucho la cabeza para todo lo que va a hacer que mucha gente que está armada no pague un día de cárcel, que mucha gente que está en la cárcel, salga, que mucha gente que lavó dinero, pues no pague por eso, ni lo devuelva. Para eso hay que educar a esta sociedad, para que diga prefiero esto que seguir en la misma. ¿Ustedes me dicen qué haría? Me dedicaría juicioso a educar a la sociedad sobre la necesidad de vivir en un escenario con drogas reguladas. Esa es la inversión que hay que hacer ahorita, curar esta sociedad para que entienda, supere el trauma y entienda que el escenario donde menos perdemos es el escenario de las drogas reguladas y que, tranquilo, no va a pasar lo mismo que el alcohol y el cigarrillo. Ya aprendimos de esa mierda y no nos va a pasar.
¿Cuál es esa mierda que hemos aprendido del alcohol y el cigarrillo?
Que la producción, venta, consumo, divulgación, promoción de sustancias potencialmente peligrosas para la salud de la gente pero que la gente va a consumir igual, no se las puedas entregar a las dinámicas del mercado. Ese no puede ser el estilo que nos venda ahora la cocaína, la marihuana, las pastillas. Tiene que ser más el estilo farmacéutico, de la precaución, de la dosis, de la contraindicación.
¿Cómo te imaginas ese mundo los nativos psicoactivos del que has hablado en alguna ocasión? Has dicho que hay que empezar a pensar en una educación pensada en una sociedad donde los nacidos llegarán a un mundo donde las drogas ya están regularizadas. ¿Cómo te imaginas ese mundo?
Pues con un nivel de normalización y de integración bastante amplio de las sustancias en la cotidianidad. Donde le muestren a uno que puede ser potencialmente riesgoso, pero, pues, que puede ser también una opción para la vida, para alimentar el alma. Yo me imagino, por ejemplo, la escuela: no va a haber una cátedra de prevención y consumo de drogas, no. Va a haber una cátedra donde te van a hablar de geografía y te dirán que la geografía es tal y en los pisos térmicos se puede sembrar cebolla, papa, amapola. Y de la papa sale la harina, de la amapola sale la heroína. Pero que también en los otros pisos térmicos puede sembrar naranjas, aguacates, coca. De la coca sale la cocaína, de la naranja, tal. Me lo imagino más así. La clase de biología: cómo funcionan las sustancias en el cuerpo y el sistema endocannabinoide y los estimulantes y los depresores. Una cosa súper integrada en todos los escenarios de la vida social y con todas las precauciones y educación que eso implique. Cosa que ya cuando usted en un momento de la vida tome la decisión ya esté muy entrenado en temas de consecuencias, de riesgos.
Ya has dicho que no quieres ser ningún mártir ni nada así. Pero sí has dicho que va a haber un conflicto muy berraco cuando los políticos corruptos, los policías y los narcos se den cuenta que se les va a acabar el negocio. Y que ese día te van a matar a ti y a todos los que piensan igual. Si no quieres ser un martir, ¿cuál sería la resolución de esta historia para ti?
Ojalá me entere antes de que eso pase para salir corriendo. Es la única opción que tengo. Me quedaré callado seguramente un tiempo, pero sí, el día que se enteren, se van a emputar. Por eso es que esto toca democratizarlo tanto, para que no sea solo una cabeza, una persona. Estos tipos de cambio implica echarse esas cosas al hombro y sacar esos liderazgos, no hay nada que hacer. A los que presentaron el proyecto de ley para la regulación de cocaína nunca los amenazaron. Lo presentaron y pasó a segunda vuelta y yo dije, si a estos manes que presentaron un proyecto de ley, que realmente es una cosa para poner a temblar al narco, no les dijeron nada, tiene que ser que los narcos también están un poco cansados, o algo así. O tienen tal nivel de control del negocio que dicen ¿ustedes creen que eso va a ser real? No, hermano. Ojalá me de cuenta antes. Qué pereza. Yo le tengo pánico a las armas. Pero eso es a lo que uno se expone en este país y en todos lados.
Este contenido ha sido posible gracias a una alianza entre Soma y Talking Drugs, una de las pocas plataformas en línea dedicadas a brindar noticias y análisis únicos sobre políticas de drogas, reducción de daños y temas relacionados a las drogas en todo el mundo. En su web www.talkingdrugs.org se puede encontrar una versión resumida en español y en inglés de esta entervista. IG: @talking.drugs

Raúl Lescano Méndez es editor y cofundador de Soma. Fue becario de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (hoy Fundación Gabo) y del Diplomado en Políticas de Drogas, Salud y Derechos Humanos del Centro de Investigación y Docencia Económicas. Es miembro del consejo directivo de Cannabis de Esperanza. También es editor de la editorial Sin humo.
Fran Brivio es coordinadora interna y de acciones de reducción de riesgos y daños de Soma. Es actriz, comunicadora y paciente activista por la despenalización de la cannabis y las drogas. Fundadora de Cannabis de Esperanza y Co Fundadora del consultorio médico CannaHope. Es miembro del IACM Patient Council, miembro honoraria de la SBEC (sociedad brasilera de estudios de cannabis), miembro de LANPUD (Red Latinoamericana y del Caribe de personas que usan drogas). @clicksaudade es su cuenta fotográfica. IG y TW: Fran Brivio
0 comments on “Julián Quintero: seguridad, política y placer en un mundo con drogas”