Una entrevista con Carl Hart, una de las voces más retadoras para las políticas de drogas y el imaginario con el cual han crecido múltiples generaciones.
Edición de Raúl Lescano Méndez
Ilustración de Eduardo Medina
Durante muchos años de su vida, el psicólogo y neurocientífico Carl Hart se dedicó a investigar específicamente los daños que causan las drogas en el cerebro, pero ahora parece ser su propio antagonista. En la introducción de su último libro El uso adulto de las drogas: persiguiendo la libertad en la tierra del miedo (Penguin Press, 2021) ha escrito: “Tenemos que dejarnos de tonterías y dejar de fingir que las drogas conducen inevitablemente -y solo- a resultados no deseados”.
Hart, a sus 55 años, es profesor de psicología en la Universidad de Columbia, investigador del Instituto de Psiquiatría del Estado de Nueva York y es una de las principales figuras internacionales que habla abiertamente de algo pocas veces mencionado en las altas esferas de la ciencia y las políticas de drogas: el potencial de las sustancias psicoactivas -de todas- para el bienestar, la libertad y la felicidad de las personas.
Criado en Carol City -uno de los suburbios más peligrosos de Miami-, de adolescente Hart fue parte y testigo del boom del crack (la cocaína fumable) en los estratos más pobres de la sociedad norteamericana. En esa época fue detenido por comercialización de drogas y por portar armas, mientras muchos familiares, amigos y vecinos morían, según la narrativa del gobierno y los medios de comunicación, por “abandonarse a las drogas”.
La mezcla de esa adolescencia y su interés por las ciencias tuvo un resultado lógico: Hart estudió psicología y luego neurociencias para poder salvar a la gente de los efectos devastadores de las drogas. Pero con el tiempo fue descubriendo que muchos resultados científicos no calzaban con las razones por las cuales se había enfocado en esa tarea. No encontraba, por ejemplo, argumentos sólidos para decir lo que todos decían: que la adicción a las drogas era una enfermedad mental. Le hacía ruido que la mayoría de investigaciones se enfocaran únicamente en los efectos perjudiciales de las drogas y que estas estuvieran financiadas por una entidad en particular: el Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas de Estados Unidos.

Así, poco a poco, fue encontrando la pregunta que cambiaría su carrera profesional: ¿por qué en su vecindario de la infancia tantas personas fueron detenidas por consumir crack y no pasaba lo mismo con la gente blanca de las clases altas? Tres cuartas partes de los consumidores de crack eran blancos, pero, entre 1988 y 1994, ni una persona blanca fue arrestada por un delito relacionado al crack en Los Ángeles, EE.UU.. Por el contrario, casi en el mismo periodo, las personas negras encarceladas incrementaron en 707%.
En la última escena del documental Crack: cocaína, corrupción y conspiración (Netflix, 2021), Hart recuerda entre lágrimas un proverbio que dice: “Regresé a mi antiguo vecindario y grité: ¡¿dónde están mis amigos?! Y entonces el eco respondió: ¡¿dónde están mis amigos!?”.
Su primer libro lo tituló de manera contundente: Un costo muy alto: el autodescubrimiento de un neurocientífico que desafía todo lo que sabe sobre las drogas y la sociedad (HarperCollins, 2014). La lección era clara: sus amigos, sus vecinos y familiares no habían sufrido por las drogas en sí, sino, por el contrario, por la desigualdad, el racismo, la injusticia y la violencia selectiva de la llamada ‘guerra contra las drogas’.
Hart entonces expandió su visión sobre las drogas más allá de los laboratorios clínicos. Empezó a estudiar las dinámicas de la violencia policial y de los sistemas de justicia sobre los usuarios de drogas; la falta de información correcta sobre el consumo seguro de las sustancias ilegales; los nuevos enfoques que en distintas partes del mundo se desarrollan para reducir los riesgos del consumo, y generar experiencias de mayor placer con las drogas. Y, a eso, le agregó sus investigaciones sobre los beneficios a los que puede conducir el consumo responsable de drogas.
El dolor que siente por el destino que sufrió su entorno de la infancia y la adolescencia está presente en cada una de las charlas y entrevistas que da alrededor del mundo. Pero su rabia ya no está dirigida contra las drogas, sino contra la ignorancia que se ha generado en torno a estas. Una ignorancia -aclara siempre Hart- que es la principal responsable de cada muerte, de cada arresto, de cada peligro que se ha generado en torno a las drogas.
La introducción de su último libro (El uso adulto de drogas, que mencionamos al comienzo) termina así: “Después de leer este libro, espero que dejes de endemoniar a las personas solo porque usan drogas. Esa forma de pensar ocasiona una gran cantidad de muertes y una enorme cantidad de sufrimiento. Espero que puedas empezar a apreciar los beneficios que también se derivan del consumo de drogas y comprendas realmente por qué tantos adultos responsables mejoran su forma de ser”.
Esta es una versión editada por Soma de la entrevista a Carl Hart llevada a cabo por la directora de la organización Harm Reduction International, Naomi Burke-Shyne, en el festival Constellations, en noviembre de 2021.

Naomi: Las políticas que buscan controlar las drogas son una incursión en el espacio personal de cada uno. Desde tu experiencia, ¿cómo se utilizan estas políticas para alimentar la vergüenza y el miedo en las personas?
Prof. Hart: Yo creo que la principal suposición básica que debemos enfrentar es la desconfianza de los gobiernos respecto a nuestra capacidad para tomar decisiones correctas sobre lo que podemos poner en nuestro cuerpo. La gente debería estar molesta por eso. No sé si la gente simplemente piensa que el gobierno debe prohibir el acceso a las drogas porque son muy peligrosas, pero lo que sí sé es que lo que haría que estas actividades sean seguras es poner a disposición el acceso a estas, controlar la educación que las rodea y las dosis de las unidades. Pero a mí me gusta pensar en estas cosas en los términos más simples: el gobierno no confía en usted para tomar decisiones correctas sobre lo que puede poner en su cuerpo.
El control de las drogas se ha utilizado incluso para algo más que alimentar la vergüenza y el miedo. Se ha utilizado para subyugar a las personas. En EE.UU. las primeras leyes sobre drogas se aprobaron para subyugar a los estadounidenses de origen chino y de raza negra. El odio a esos grupos fue el combustible para que estas leyes fueran aprobadas y se sigan extendiendo a otros grupos, como los mexicoamericanos, los pobres, los nativos. Por eso es importante que cuestionemos los supuestos básicos sobre los que se construye el control de las drogas.
Naomi: ¿Cómo revertir tantos años de campañas gubernamentales y de información pública dedicadas a asociar las drogas con todo lo malo?
Prof. Hart: Estamos teniendo dificultades para revertirlo debido a la cantidad de dinero que está destinado para subyugar a las personas. En EE.UU., por ejemplo, oficialmente decimos que son 40 mil millones de dólares los que se invierten en esta tarea. Pero es más que eso. Piensa en todas las personas que están empleadas para controlar lo que pones en tu cuerpo: agentes de la ley, autoridades penitenciarias, los investigadores, los médicos, los medios de comunicación, todas estas personas tienen la mano en el mismo tarro de galletas. Esa es la verdadera razón por la que esto continúa. Y a eso ayuda también el hecho de que quienes se ven más afectados sean personas pobres y políticamente débiles.
Cuando escuchamos a la gente decir que la guerra contra las drogas ha fracasado, no es del todo cierto. La guerra contra las drogas continúa porque ha sido un éxito para las personas que tienen el control de estas y porque da trabajo a personas que de otra manera no lo tendrían, como un policía con poca educación. La guerra contra las drogas es un programa de empleo.
Naomi: La guerra contra las drogas se usa como una justificación para intervenir en la vida personal: detenerlas, registrarlas, quitarles sus hijos. Es como si librar una guerra contra las drogas justificara cualquier cosa.
Prof. Hart: Por supuesto, lo que se hizo fue crear una amenaza y se empezó a decir tantas cosas sobre las personas que usan drogas: que están fuera de control, que pueden robarte, que pueden hacerte daño. Y ahora los gobiernos y los funcionarios políticos dicen que no te preocupes, que ellos se encargarán de tu seguridad. Lo hicimos con el terrorismo también. Incluso lo hicimos con las drogas antes que con el terrorismo. No es un fenómeno difícil de ver.
Naomi: Cuando viajas por el mundo, Carl, se puede ver que la solución es diferente en todas partes, pero hay paralelismos: la violencia, la intersección de raza, género y pobreza. ¿Hacia dónde deberíamos dirigirnos a continuación?
Prof. Hart: Lo que veo en todo el mundo, lo que es universal, es que las personas que están siendo arrestadas por drogas -ya sea por consumirlas, traficarlas, lo que sea- son las personas que están al margen de la sociedad. Son los grupos despreciados de esas sociedades. En Irlanda del Norte, serían los blancos pobres. En los Estados Unidos, serían principalmente personas negras y morenas. En Oklahoma, son principalmente los blancos pobres. Depende de dónde te encuentres, en todo el mundo son las mismas personas las que están siendo vilipendiadas y sometidas a los horrores de la guerra contra las drogas.
Cuando pienso en los problemas relacionados con las drogas en todo el mundo trato de mantenerlo en términos muy simples. Lo primero es que el tráfico de drogas ilícitas, por ejemplo, es una industria multimillonaria. Entonces, si se requiere tal cantidad de dinero, solo la gente pobre -que es la que nos muestran como consumidoras de drogas- no podría mantener esta industria. Nuestra imagen de las personas que consumen drogas no concuerda con la realidad. La mayoría de usuarios son personas de clase media, clase alta. Por eso, una de las cosas que trato de alentar cuando hablo en universidades y espacios de clase media y alta, es a que salgan del armario y contribuyan a cambiar esta imagen. Si los gobiernos ven a los consumidores de drogas como personas que votan y personas que les importan, tal vez no tendríamos tantas leyes represivas que se han dirigido a personas con menos poder político. Intento animar a la gente a que, como deber cívico, salga del armario y se levante en nombre de aquellas personas que tienen un poder político más limitado.
Segundo. Todas las personas que consumen drogas buscan alterar su conciencia. Pueden llamarlo de distintas maneras. Algunos podrán decir que están buscando un plano espiritual superior, pero todos están haciendo lo mismo. Algunas personas consumen alcohol, otras cafeína, otras MDMA y otras heroína. La pregunta es, ¿por qué no reclamamos nuestro derecho a decidir con libertad qué queremos tomar? No nos hemos levantado en nombre de todos porque, en gran parte, nos hemos tragado las mentiras, la información errónea sobre lo que hacen y no hacen las drogas. Una de las cosas que trato de hacer es ayudar a educar a las personas sobre los efectos reales de las drogas. He administrado miles de dosis de cocaína, metanfetamina, cannabis, etc, en un laboratorio y estudio cuidadosamente las reacciones y los comportamientos incluso hasta semanas después. Estoy tratando de llevar todas esas experiencias al público, sin importar dónde me encuentre.
Naomi: Nadie teme a la persona de clase media que puede cerrar la puerta de su casa y consumir cocaína en privado. Pero existe esta perspectiva moralizante, social, de que hay otra categoría de personas que no es posible entender.
Prof. Hart: Es la idea de que esta droga es tan adictiva que no podemos permitir que nadie la use. Por eso se cree que deben ser prohibidas, porque nos preocupamos por la sociedad y no queremos que la gente se vuelva adicta. En realidad, la gran mayoría de usuarios de cualquier droga no cumplen con los criterios de adicción. La adicción tiene muy poco que ver con la droga en sí. No me refiero a la dependencia física o a los síntomas de abstinencia. Me refiero a lo que llamamos adicción en medicina: criterios en los que la vida se ve interrumpida y la persona se siente perturbada por esas interrupciones.

Naomi: Has estudiado y escrito mucho sobre lo que realmente significa tomar una droga y la experiencia de las personas al tomar una amplia gama de drogas. Tus perspectivas interrumpen por completo todo lo que se puede leer en la prensa convencional.
Prof. Hart: La conclusión de los estudios que hemos realizado es que el consumo de drogas sigue los principios de cualquier otro comportamiento. Los principios que gobiernan el comportamiento del consumo de drogas también son los principios que gobiernan el comportamiento al tener relaciones sexuales, por ejemplo. Las drogas no hacen que las personas se deterioren cognitivamente hasta perder su capacidad para tomar decisiones. Obviamente, alguien puede tomar suficiente droga como para intoxicarse tanto que sufra un deterioro cognitivo temporal, como pasa con el alcohol. No me refiero a este deterioro cognitivo temporal que la gente busca para comprobar lo que piensa. Estoy hablando de deterioros a largo plazo sobre los que la gente especula. Nada de eso está demostrado.
Naomi: Creo que esa es la gran semilla de la campaña de miedo que es la guerra contra las drogas. Harm Reduction International señala que en todos los tratados internacionales del mundo, las convenciones de control de drogas son las únicas que utilizan el término «maldad».
Prof. Hart: Lo más destacado es que nunca se trata de las drogas. Incluso en estas convenciones internacionales la gente puede ser intelectualmente vaga. Esto es lo que sucede también en muchas de las películas. Si ves alguna película sobre drogas, casi siempre se equivocan. Creen que no tienen que desarrollar personajes si simplemente dicen que ese personaje usa heroína o es adicto a la cocaína. Igual pasa con la representación de los narcotraficantes. Simplemente son malvados. Lo que hacen es reforzar los estereotipos y la forma en que pensamos sobre las drogas y cómo las personas las consumen. Eso contribuye a políticas draconianas.
Naomi: En las películas y la televisión, o es una persona que usa drogas y está profundamente perturbada, o es una persona que se ha recuperado. No puede ser nada que esté en el medio. Nunca hay un personaje que consuma drogas y tenga una vida feliz y saludable.
Prof. Hart: Lo que también es insidioso y pernicioso es que la gente que quiere usar drogas y tiene un problema con estas encuentra cooperación para mantenerse limpio -lo cual también está bien-, pero el problema es que muchas veces pierden la capacidad de preguntarse cuáles fueron realmente las causas de sus problemas. Las personas atribuyen los problemas a las drogas y no al hecho, por ejemplo, de que a los veinte años todos somos inmaduros. ¿Te imaginas a alguien diciendo que tuvo algunas experiencias sexuales malas a los veinte años y que por eso ahora se abstiene del sexo y por eso su vida es mejor? Miraríamos a la persona como si estuviera loca si dijera que se ha abstenido de tener relaciones sexuales debido a estas experiencias negativas que pudo haber tenido cuando era joven. Es tonto. Pero con las drogas, lo aceptamos.
Pregunta del público: Para impulsar las reformas, ¿cree que es útil enmarcar la guerra contra las drogas como un fracaso de la política?
Prof. Hart: No creo que sea útil enmarcarlo como un fracaso político. ¿Cuál es el objetivo de la guerra contra las drogas? El objetivo oficial es reducir la disponibilidad de estas sustancias en nuestras comunidades. En cierto nivel, la guerra contra las drogas ha hecho eso. Pensemos en el cannabis en los EE. UU. Podría decirse que el cannabis, en los Estados donde se ha legalizado, para la gente normal está más disponible ahora que cuando era ilegal. Y si pensamos en el objetivo no declarado de la guerra contra las drogas -aumentar los presupuestos de grupos selectos de personas- también funcionó.
En la reforma del cannabis en los Estados Unidos hemos visto una forma útil para pensar en la reforma: demostrar a las fuerzas del orden y al resto de las personas con poder en nuestra sociedad que pueden ganar dinero regulando legalmente el mercado. Si descubren o comprenden cómo pueden ganar dinero con la regulación de las drogas, entonces lo harán. Hemos visto violaciones de los derechos humanos, discriminación racial, ataques contra los pobres. Vemos cómo eso no ha sido convincente. Vivimos en sociedades capitalistas y son los argumentos del capitalismo los que parecen hacer que la sociedades cambien.
Naomi: ¿Hay demasiada preocupación por quién controlaría un mercado regular?
Prof. Hart: Ciertamente, hay grupos de personas que se preocupan por quién controlará el mercado regulado. En EE.UU., por ejemplo, las personas que controlan el mercado de cannabis son, nuevamente, las personas acomodadas de la sociedad. Obviamente, eso es algo preocupante. Pero no sé si esa es una preocupación que debería preocuparnos en este momento. Aún tenemos que tener una conversación seria sobre la regulación legal del mercado. El primer objetivo en mi mente es quitar las cadenas, y luego podemos preocuparnos sobre quién controla el mercado. Esa no es mi primera prioridad. Mi primera prioridad es liberar a la gente.
Pregunta del público: ¿Cuánto tenemos que cambiar el idioma para avanzar en esta lucha?
Prof. Hart: El idioma es importante, pero la gente se está obsesionando demasiado con el lenguaje y se olvidan del fenómeno. Claramente, si escuchas a alguien hablar de drogas duras versus drogas blandas, es bueno corregirla, pero sigue adelante y mantente enfocado en lo importante. Y lo importante es que la gente tiene derecho a poner cualquier droga en su cuerpo.
Naomi: Consumir o no drogas, se trata, al final, del uso de nuestro propio cuerpo. Y eso nos lleva a la idea de que está bien buscar placer, una de las principales razones por la que las personas consumen drogas.
Prof. Hart: Esa es la razón por la que escribí el nuevo libro. Quería mostrar los placeres asociados con el consumo de drogas y no centrarme en el aspecto negativo que ha dominado esta conversación. Simplemente digo que ha habido un enfoque desproporcionado en los aspectos negativos del consumo de drogas. Personalmente, descubrí, recién bien entrados los 40 y 50 años, que merezco disfrutar del placer. Ha sido un nuevo descubrimiento: nadie me puede decir que no altere mi conciencia para tener placer. El placer es algo bueno. Si soy feliz y disfruto del placer, es más probable que trate mejor a las personas. Eso es lo que queremos. Queremos que las personas de nuestra sociedad traten bien a otras personas. No queremos que la gente esté molesta y enojada porque así es más probable que causen estrés y daño a otras personas. Queremos que la gente sea feliz y esa es una buena cosa. Es triste que tenga que aclarar una cosa así.
Mira la entrevista completa aquí:
Naomi Burke-Shyne es la directora de la organización Harm Reduction International. Cuenta con 15 años enfocados en las intersecciones de la ley, la reducción de daños, el VIH y los derechos humanos. También ha sido parte del programa de salud pública de la Open Society Foundation.
Carl Hart es profesor y ex presidente del departamento de psicología de la Columbia University. Su trabajo está enfocado en los efectos en la mente y el cuerpo del uso recreativo de las drogas. Ha publicado más de 100 artículos científicos en el campo de la neuropsicofarmacología. En 2014 fue ganador del Wilson Literary Science Writing Award.
Raúl Lescano Méndez es editor y cofundador de Soma. Fue becario de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (hoy Fundación Gabo) y del Diplomado en Políticas de Drogas, Salud y Derechos Humanos del Centro de Investigación y Docencia Económicas. Es miembro del consejo directivo de Cannabis de Esperanza. También es editor de la editorial Sin humo.
Eduardo Medina es diseñador gráfico y fundador del proyecto Future Love y de la escuela Clases Moiré. Puedes seguir su trabajo aquí.
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